Paula Ferrer (Zaragoza, 1995) se disculpa acalorada mientras aparece por la puerta del bar. No llega tarde, pero no le gusta hacer esperar. Se acerca a la barra, y vuelve con una botella de agua. Bebe, respira, sonríe, y se sienta, ya relajada. Enfermera de profesión, Ferrer comenzó su andadura en el mundo de la literatura con tan solo 10 años. Escritora autodidacta, acaba de publicar su primera novela de fantasía: Crónicas del último hijo de Fata. I. Pájaro rojo, de la editorial ExLibric.
¿De dónde nace la historia de Pájaro Rojo?
De mi pasión por la naturaleza. Quise escribir algo en el que el personaje principal controlara la naturaleza, y de ahí derivó en que Kala (la protagonista) dominara los elementos, y empezar por el fuego lo hacía más potente. Poco a poco, seguí tirando del hilo, y la historia surgió sola. Además, me escapo con frecuencia a la montaña, y eso me ha ayudado bastante a la hora de recrear los espacios.
¿Qué es lo más representativo de Pájaro Rojo?
Que todas las escenas suceden en la naturaleza. Es lo más representativo de la novela: su esencia está principalmente ahí.
Cuéntanos, ¿cómo surge tu inquietud por escribir?
De pequeña me gustaba mucho. De hecho, todos los profesores me decían que escribía historias originales, incluso las que hacía en inglés. Cuando tenía diez años, mi colegio se presentó al concurso Nacional Cuentos Solidarios, de RNE, Fundación Crecer Jugando y Toys «R» Us. Hicieron un concurso a nivel interno, en el que participé, gané, y presentaron mi relato, El hermano celoso, a la convocatoria oficial. Casualmente fue el que ganó. En ese momento dije “anda, igual algo sí que sé escribir” [risas]. Durante el instituto y casi toda la carrera lo dejé de lado. Sin embargo, una amiga que escribía poesía me incitó a seguir escribiendo. Me dijo que, si era algo diferente a lo que yo había estudiado y que, además, se me daba bien, ¿por qué dejarlo?. Así que me animé a escribir de nuevo, para recordar viejos tiempos.
Entonces, no te has formado profesionalmente como escritora…
Exacto, soy totalmente autodidacta. Aunque me apunté en septiembre al curso de Estudio de Escritura de Julio Espinosa y la verdad que me está ayudando bastante a avanzar en mis dotes como escritora (saber la tipología de conflictos, tipos de tramas…)
A la hora de escribir la novela, ¿pensabas en un público concreto o es solo una historia que te apetecía contar?
Un poco de las dos. Al final he escrito un libro cuyo tema y lenguaje está enfocado a un público adulto al que le gustan los libros de fantasía y magia. Pero hay que ser realistas: la redacción y el vocabulario no son como los que se utilizarían en un libro de filosofía.
«Kala descubre que todo lo que le habían transmitido como “la verdad” resulta que no lo es. y en la vida real sucede lo mismo. ninguna versión es la verdadera»
Sin embargo, encontramos simbología relacionada con la filosofía…
Sí, pero no directa. Quiero decir, aunque exista por ejemplo una relación con los filósofos presocráticos y cómo estos entendían a los dioses, yo quería enfocarme en los cinco elementos. Hay muchas historias en torno a ellos. Un dato curioso es que mi padre hace magia (mentalismo concretamente), y desde que era una retaca llevo viendo un juego de los elementos que me fascina. No sé si, quizás, la historia venga “sola” porque está latente de alguna manera en mi subconsciente desde niña [risas].
¿Te inspiraste en alguien a la hora de crear a los personajes?
Algunos sí: Aliera, el maestro, y Livero (el perro). La amiga de Kara, Aliera, está basada en una amiga mía, tal cual la veo yo: la bondad personificada.
El maestro que aparece es mi padre. No es que se parezcan físicamente, sino en la actitud y en que los dos, son cojos. Le gustó mucho cuando se lo conté, porque para mí, al igual que el maestro, es la figura a quien seguir.
Y luego aparece un perrillo, basado en Oliver, mi perro, que falleció hace unos años.
¿Qué es lo más difícil de ponerse delante de un folio en blanco?
La coherencia de la trama. Tienes que tener bien estructurado en la cabeza tanto el hilo de la trama como los ritmos de partes de acción, descriptivas… Tiene que haber un equilibrio.
¿Cómo superas las fases de bloqueo?
Voy a ratos: a veces estoy cerrada como un mejillón y otras me sale todo con mucha fluidez. También es verdad que cuando estoy “seca de ideas”, aprovecho para escapar, para escuchar música, y leer.
El lenguaje inclusivo, ¿te ha dificultado algo a la hora de escribir?
No, no es algo que me haya dificultado o planteado a la hora de escribir esta novela (desconozco si hay formalismos establecidos a día de hoy). Aunque no es algo que descarte a futuros o, incluso, para otro tipo de historia.

Nos confirmas entonces que hay continuación, ¿para cuándo?
[risas] Sí, esta novela está pensada para formar parte de una trilogía. Ojalá la termine pronto. Estoy escribiendo el final de la segunda parte. En esta, hay muchísima acción, con una trama mucho más complicada y, sobre todo, descubrimos un poquito más sobre los personajes.
¿Qué enseñanza crees que transmite tu novela?
El amor y la importancia que tienen en nuestra vida la familia y los amigos. Son dos pilares fundamentales que te acompañan durante toda la santa vida. Cuidarse y apoyarse los unos a los otros es importantísimo. Por otro lado, Kala descubre que todo lo que le habían transmitido como “la verdad” resulta que, al final, es “mentira”. Y en la vida real sucede lo mismo. Las versiones que nos llegan no son las que al final acaban siendo lo que son. Es entonces cuando, al descubrirlo, no sabes hacia dónde tirar.
¿Hay algo de ti que tú reflejes en Kala?
Todos los personajes tienen algo de mí. Es inevitable. Kala quizás se parece a mí en que cuando algo se escapa de su control, o cuando algo no sale como ella se esperaba, se agobia un poco. Intenta que todo salga bien y, aun controlando el fuego, no es todo tan fácil. A mí me pasa un poco parecido.
¿Qué le dirías a una persona que se quiere dedicar a escribir libros sin ser su profesión principal?
Que lo haga. Todo el mundo debería escribir. Es terapéutico. No solo te relaja, sino que la escritura tiene el fin que a ti te dé la gana. Puedes hacer lo que quieras con lo que escribes. No hace falta que sea un texto complicadísimo para ser útil, con tal de que tenga una finalidad para ti. Adelante. A mí me ha servido para relajarme, para desconectar. Me gusta la sensación, ese gusanillo de crear sin barreras.
Una frase que te defina…
“Una rockera reivindicativa rara”, según una amiga mía [risas].
Una canción
Rayden, Haz de luz.
Un libro
¿Solo uno? El nombre del viento, de Patrick Rufus.